EL DILEMA
Con fecha de caducidad para el 22 de marzo del 2025, han pasado casi 4 años de haber sido negada su solicitud por licencia institucional. Los alumnos de la Universidad Alas Peruanas (UAP) continúan viviendo la incertidumbre y la decepción de estudiar bajo condiciones desfavorables tanto a nivel académico, como frente a la opinión pública que tiene en comparativa con otras universidades y ambientes laborales.
Más de 60 mil sueños se convirtieron en pesadillas, el anhelo de ser profesionales se ve cada vez más lejos y muy pocos lograron escapar a tiempo de una situación que era más que inminente. La UAP es una de las universidades con mayor población estudiantil en el Perú. Incluso, son quince veces mayor en habitantes que la reconocida ciudad de Paracas. Y al igual que esta, así como los turistas se acercan a disfrutar y aprender por un tiempo medido, los universitarios asisten a las aulas para conocer y aprender en un periodo donde deben sacarle el mayor provecho a cada nuevo paso en su viaje para ser profesionales.
Las Alas, como comúnmente la conocen, tiene gran presencia entre muchos jóvenes del Perú, ubicada en 20 departamentos como Abancay, Chiclayo, Lima, Piura, Trujillo, Ayacucho, Cajamarca, Cusco, entre otros. Fue la preferida por muchos años al ser una universidad accesible, con una mensualidad que ronda entre los s/. 320 y s/.1500. Pero, contradictoriamente a este buen panorama, La UAP, tiene más de 20 años funcionando sin licenciamiento y entregando títulos universitarios que lamentablemente en muchos sectores del mercado laboral no los toman en cuenta.
Esta forma operativa universitaria comúnmente conocida como las “universidades chicha”, solo revela los pocos filtros que existían para poder tener en funcionamiento una casa de estudios sin una malla curricular utilitaria, sin indumentaria apta, sin un establecimiento seguro, sin profesores con preparación para docencia y sin la posibilidad en muchos casos de validar un bachiller. Es por eso, que en el 2016 se crea la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu), en favor de corroborar el licenciamiento responsable de las universidades bajo la Ley Universitaria, Ley Nº 30220.
Con la creación de la Sunedu, la UAP debía demostrar que reunía todas las condiciones para su funcionamiento y es en este punto, donde todo el descontrol de la universidad salió a la luz. Solo 14 de las 27 normativas básicas de educación universitaria fueron cumplidas por la Universidad Alas Peruanas, por lo que, la negativa del funcionamiento era más que predecible. La UAP solicitó en dos ocasiones el licenciamiento, la primera vez en diciembre del 2019 y la segunda con emisión de cierre definitivo en noviembre del 2021.
Con el tiempo en contra
La lucha de los estudiantes por buscar una solución frente a un posible cierre institucional era desesperante, pero no hubo nada por hacer frente a las normativas predispuestas. Lucia Cabrera, fue una estudiante universitaria de la carrera de administración de empresas de la UAP, perteneció a la universidad hasta el año 2019 tras enterarse de la solicitud. Ella creía que por las condiciones de la universidad, retirarse con antelación sería más fácil, pero fue todo lo contrario.
Lucia cuenta que por cada documento la universidad tardaba casi dos semanas en revisarlo y que conforme la fecha de resolución por parte de la Sunedu hacia la UAP se acercaba, los precios por documentos se disparaban llegando a costar algunos más de s/.50. Asimismo, cada muro de las opacas paredes de la Facultad de Administración denotaba su licenciamiento oficial sin haber sido confirmado por la Sunedu, los alardes de algo inexistente hacían que muchos de sus compañeros le digan que está cometiendo un error. Ella sentía que tenía trabas para concretar su decisión y la hacían dudar en continuar. Y frente a cualquier duda, lo logró, semanas antes del la negativa y viendo desde su hogar como colas de casi 4 cuadra se forman para solicitar retiros y con precios por las nubes mayor a s/.100 que, que para estudiantes de NSE media- baja, era un lujo pagar.
El Vía Crucis
Pero no todos tuvieron la misma suerte. Helen, estudiante becada de la carrera de Ciencias de la Comunicación, decidió quedarse, su futuro profesional estaba en juego y comenzó su calvario. No solo sufren los que se van, sino los que se quedan. Con el retiro masivo de profesores y alumnos, no había la apertura de cursos y su próxima graduación en el 2020 se extendió hasta el 2022, Adicionalmente a esto, la imposibilidad de trabajar era alta, tanto por el covid como por la mala fama que tenían los estudiantes de no rendir y tener los conocimientos necesarios, las comparativas eran pan de cada día y existe la vergüenza de mencionar que se pertenece por el boom mediático, pero como Helen dice- “no todo lo bueno viene de un solo lugar.”
Con las evidentes carencias de la UAP, el hecho de llenar aulas con 50 alumnos no afirmaba que necesariamente eran bueno, sino la cantidad de sueños golpeados sino se toma estos espacios con la responsabilidad debida, Pese que la universidad no le hace al alumno, ser una universidad óptima, potencializa a cualquier persona que desee salir adelante. No es solo una universidad sin licencia, son sueños frustrados en un país competitivo y pese a que se evitará que otras hagan lo mismo que UAP, la investigación y el no conformarse hace mucha, la diferencia.